Almu y Luis son dos madrileños que se casaron en 2021. Viven en Pamplona. Almu es profesora de secundaria y Luis ingeniero.

A los meses de casarse Almudena se quedó embarazada, ¡estaban felices! Y la alegría "se duplicó" en la segunda ecografía: ¡venían dos, tenían gemelos!

Las semanas posteriores transcurrieron con normalidad. Hasta que a los pocos meses, en una revisión rutinaria, la ginecóloga detectó una anomalía.

Almudena no se inquietó lo más mínimo; es más, ese fin de semana se fue de curso de retiro como tenía previsto.

Luis tampoco; pero ya en casa, hizo lo que te dicen que no hay que hacer: buscar en internet las implicaciones de la posible anomalía de sus hijos, ¡y entró en pánico!

Llegó la revisión y a la ginecóloga se le cambió la cara. Sus sospechas se habían confirmado, estaban ante un caso de transfusión feto fetal.

A uno de los fetos le entraba más líquido amniótico que el que debería, y al otro, menos. Si no se corregía, podían llegar a morir los dos.

La ginecóloga les dijo que tenían que irse esa misma tarde a Barcelona, para operarse cuanto antes, porque si no, iban a perder al más pequeño.

Por el camino fueron poniéndose en lo peor. Querían hacer todo lo posible por sacar adelante a sus hijos, y tenían claro que en ningún caso podían elegir entre la vida de uno de los dos.

Luis le decía a Almu: “Imagínate que salvamos al más fuerte de los dos. Cuando pase el tiempo, ¿cómo le explico a ese hijo que corté el cordón umbilical de su hermano para que viviera él? ¿Y si hubiera sido al revés?".

Ya en Barcelona les explicaron con detalle el problema. Iban a tratar de salvar a los dos. Pero no podían operar todavía, había demasiados riesgos.

Volvieron a Pamplona con instrucciones para Almudena muy concretas: reposo, silla de ruedas, no coger peso y andar lo mínimo. 

A las dos semanas estaban de vuelta en Barcelona para la intervención quirúrgica, que fue todo un éxito.

Pero la calma les duró poco. En la primera ecografía de control tras la operación, ven en el monitor que ¡las bolsas se han desinflado! 

Luis sintió que se caía en un pozo. Fue el peor momento de todos, de pasarlo mal, de llorar, de no entender.

Esa tarde se fue a llorar con el sacerdote del Opus Dei con el que hablaba regularmente, que le alentó a no quitar los ojos de la Cruz.

Si sus hijos no salían adelante, ¿iban a dejar de creer en Dios? ¿Dios solo es bueno cuando pasan las cosas que uno quiere? Por eso pedían aceptar la voluntad de Dios, fuera la que fuera...

Si pudieron sobrellevar esta situación fue gracias al apoyo de su familia y amigos, junto con el de las personas de la Obra -su otra familia, ya que ambos son supernumerarios-.

Pusieron unos patucos que les había regalado una de las abuelas en la cruz de su cuarto como recordatorio de que sus hijos estaban en manos de Dios.

Almudena empezó a acudir a la intercesión de San Josemaría con una petición muy ambiciosa: que sus hijos salieran adelante y fueran santos como él.

Dependía de alguien que la empujara en la silla para salir de casa. Varias amigas de su centro se turnaban para acompañarla a Misa, distraerla con la guitarra, ir a tomar algo para que se ventilara…

Desde la semana 18 hasta la 30 fue una batalla de resistencia. Cada semana que ganaban, era una victoria.

Para sorpresa de los médicos, esas bolsas terminaron hinchándose de nuevo. Les confesaron después que pensaban que los gemelos no sobrevivirían.

Las últimas semanas del embarazo transcurrieron mejor de lo esperado

Pudieron saludar al prelado del Opus Dei  que estaba ese verano  en Pamplona. 

Y llegó el día del parto programado por cesárea. Josetxo y Luisfer, contra todo pronóstico, vieron por primera vez el rostro de sus padres y sus padres, el suyo.

Luis y Almu tienen claro que verlos ahora, cada día que pasa, es un auténtico regalo.