Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño. Porque ese crucifijo es más que el retrato de una persona querida –los padres, los hijos, la mujer, la novia...–; Él es todo: tu Padre, tu Hermano, tu Amigo, tu Dios, y el Amor de tus amores. (Via Crucis, Estación XI. n. 5)
Suelo tener un crucifijo visible en la habitación donde trabajo. Sino lo saco del bolsillo, lo pongo encima de la mesa, y una miradica de cuando en cuando... Tú, según las circunstancias de tu vida, si Dios te pide una cosa, puedes poner a la Virgen. Y sino puedes poner el retrato de la novia, que también te llevará a Dios.
No dejes tu trabajo para mañana. (Camino, n. 15)
Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos. (Camino, n. 42)
Tienes un caballo de batalla que se llama estudio: te propones mil veces aprovechar el tiempo y, sin embargo, te distrae cualquier cosa. A veces te cansas de ti mismo, por la escasa voluntad que muestras; aunque todos los días recomienzas de nuevo. ¿Has probado a ofrecer tu estudio por intenciones apostólicas concretas? (Surco, n. 523)
Cuando te resulte muy cuesta arriba estudiar, ofrece a Jesús ese esfuerzo. Dile que continúas sobre los libros, para que tu ciencia sea el arma con que combatas a sus enemigos y le ganes muchas almas... Entonces, ten la seguridad de que tu estudio lleva camino de hacerse oración. (Surco, n. 619)
¿Quieres de verdad ser santo? —Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces. (Camino, n. 815)
Aprovéchame el tiempo. —No te olvides de la higuera maldecida. Ya hacía algo: echar hojas. Como tú... —No me digas que tienes excusas. —No le valió a la higuera —narra el Evangelista— no ser tiempo de higos, cuando el Señor los fue a buscar en ella. (Camino, n. 354)
Oras, te mortificas, trabajas en mil cosas de apostolado..., pero no estudias. —No sirves entonces si no cambias. El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros. (Camino, n. 334)
Está bien que pongas ese empeño en el estudio, siempre que pongas el mismo empeño en adquirir la vida interior. (Camino, n. 341)
(...) Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas. (Forja, n. 332)
de San Josemaría
de San Josemaría
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